Este blog nació hace algunos años y es uno de los frutos de la amistad de Felipe y Camilo, dos amigos que, gracias a sus guitarras rojas, se encontraron para darle vida a Alessandro, un chico que tiene un poquito de Felipe y otro poquito de Camilo. Viajes, porros, música, ficción, poesía y yagé, protagonizan este espacio.



jueves, 26 de mayo de 2011

Noche en Chapinero

Noche en Chapinero


Bogotá, chapinero, colillas de cigarrillos en los bolsillos. Olor a cerveza con tequila y un poco de guaro. 2 de la mañana, uñas, labial. Estás con mucha gente, pero no sabes quiénes son muchos. Entran a otro bar donde puedan amanecer, un sitio un poco más feo y huele más a orines, pero la cerveza cuesta $1.500. El vaquero del tequila se emborracha y se sienta con ustedes en la mesa, regala el tequila, lo bota por doquier, los unta a ustedes con tequila y luego les echa sal en las manos.

El estado de alcoholemia empieza a sobrepasar todo tipo de límites, ya hubo peleas, sangre, celos, ya se declararon unos con otros el amor. Ahora, lo único que faltaba era el sexo, ese sexo de bar rápido y con sabor a nicotina, ese que cuando lames el sudor de otra persona sabe a perfume barato y a guaro.

El sexo se dio por la sal en las manos. Desde que el vaquero borracho sacó los limones que le quedaban y los frotó en las manos de una parte de la gente. Juntaba manos que tenían sal con los que no tenían limón y produjo una michelada de encanto, un poco de limón por aquí, una lengua por allá, una cerveza por aquí, y las manos mejor para allá…

Todos inocentemente chupaban sus dedos y saboreaban esa sensación de libertad, las manos empezaban recorriendo senos, partían otro limón y las gotitas iban lubricando más la piel suave y picante. Todos en silencio cantaban la canción de I wanna be sedated de los ramones, la sincronía fue tan increíble que todos empezó a gritar, a llorar, a gemir, a reír, la cantaban al tiempo, gritaban –quiero estar drogado, quiero, quiero-. Todos estaban ahí con sus clítoris y sus penes húmedos cubiertos por los calzones de algodón.

Empezaron a sudar, a frotarse con el borde de la mesa, a acariciarse también ellos mismos las manos y terminaban masturbando la mano de otra persona. Llevaban mucho tiempo así, la sal se había esfumado, las manos resbalaban perfectamente por el abdomen, los senos, los brazos, las manos y el cuello. Unos se alejaron un poco, se secaron el sudor, pensaron que se había acabado la diversión, pero uno de ellos introdujo un dedo en la boca de otro, él empezó a chupar como si fuera un pene con una gran erección, mordían suavemente, pasaban la lengua por la entrepierna de las manos, chupaban dos dedos, tres dedos, cuatro dedos, méteme la mano completa, dame más, asfíxiame, mueve tu mano en mi boca, con la otra tócame la tetilla izquierda.

Parecían micos sacándose los piojos, parados en círculo chupándose los dedos con los brazos estirados, uno hacia adelante y otro hacia atrás, luego cambiaban de dirección.

Del segundo piso saltó el vaquero surtidor de tequila, sal y otras perversiones cayeron y con una brocha volvió a untarlos de ésta michelada, agregó algunas gotas de limón en unas manos que ya se veían un poco arrugadas mientras gritaban de placer, claro, cuándo no tenían dedos en las bocas, o cuando su lengua no estaba repasando la capa de sal en la mano de alguien.

Luego la música cambió, al parecer el dueño del bar estaba algo desesperado por lo que estaban haciendo y puso always on my mind de Elvis presley. Fue instantáneo, una marea de feromonas empezó a ahogarlos, el corazón se les aceleró y empezaron a sentir esas cosquillas en el estómago como cuándo estás enamorado.

Hubo un flechazo tan fuerte, en esos 4 minutos de canción, las chupadas ya eran menos salvajes, ahora eran más morosas, más sutiles, más seductoras. Poco a poco fueron sacando sus manos de sus bocas y ahora querían recorrer hombros.

Ahora eran dúos, tríos, cuartetos, incluso hasta quintetos, había mucha gente, muchos amigos, muchos enemigos, conocidos y desconocidos, pero todos se amaban, se abrazaban, se veían en esa luz casi inexistente de un bar a las 3 de la mañana, cubiertos por una ola de humo de cigarrillo y marihuana se decían: -marica, lo amo, marica, no sé que es pero le amo-, tocaban esos rostros con los deditos arrugados y fríos, conocían las facciones de ese nuevo ser amado, clavaban su mirada ya no de cachondez sino de amor profundo y después de largo tiempo mirándose, todos los presentes, dúos, tríos, cuartetos, quintetos, se besaron... besos de muchos sabores, besos borrachos, besos mareados, salados, besos de enamorados.

Los dúos luego se unieron a los tríos, hicieron una operación matemática maravillosa que sólo se logra en un alto estado de alcohol y lograron ser varios quintetos, empezaron a besarse todos los quintetos; estaban baboseados y emocionados, cuantas lenguas, cuantos mordiscos, cuantos pircings, cuanta piel áspera y cuánta piel suave, cuantos labios, cuanto amor.

Llegó un punto que en les dolía la mandíbula, querían seguir besándose pero físicamente estaban agotados. La borrachera los hacía poner más torpes y al mismo tiempo a otros les daba más energía, no sentían dolor, eran inmunes. Poco a poco se fueron alejando unos, cerraban y abrían su boca una y otra vez para ir relajando su cara y así quizá poder volver a ese gran beso amoroso y colectivo.

Tanto miedo a la soledad, tanto pánico al verse solos que no les importó más el dolor que sentían en su mandíbula, se incorporaron y se metieron nuevamente en esa ola de calor y saliva y papilas gustativas reventadas por los mordiscos de tantos dientes. Sangre y amor, rojo y azul, noche y día, amor y desamor, libertad y caos. Compañía y soledad.

Cada etapa duraba una hora, parecía planeado, a las cuatro de la mañana ya se estaban separando, parecía que el efecto always on my mind había cumplido ya su ciclo, ahora no sabían todos qué pasaría, todos sospechaban que ahora vendría algo más atrevido, algo más sucio, algo más tierno.

Todos se sentaron en el piso pegajoso, lleno de cigarrillos y servilletas, sal, limón, tequila, cerveza, también habían empaques de condones, dildos, ositos de peluche, botones, chaquetas, bufandas, vidrios y un alpinito.

Se miraban todos con todos, no se les ocurría nada más pero todos querían culminar eso con lo que querían, desnudarse y tener una gran orgía con millones de personas, que se uniera toda Bogotá, toda Colombia, toda Latinoamérica.

Pasaron 30 minutos, y nadie hacía nada, se les acababa ya la hora de otra actividad y nadie tomaba acciones.

Quizá estaban cansados, quizá volvieron a su estado cotidiano y recordaron su soledad, su tristeza, su melancolía, despertaron de ese estado idílico comunitario, sus ojos se llenaron de lágrimas, pidieron otra ronda de guaro, se la tomaron todos muy lento, sintiendo cómo poco a poco quemaba su gargantas y sus lenguas, pero lo que más quemaba, eran sus corazones.

Un ser extraño que no parecía hombre pero tampoco mujer se levantó, pidió otro guaro y se lo tomó rápidamente, grito: ¡Nunca más! Eso fue como una revelación, un despertar del despertar de todos, nunca más esa soledad, nunca más ese desasosiego, nunca más esa tristeza, nunca más ésa dependencia emocional, nunca más mendigar amor, nunca más sometimiento, nunca más frío al dormir solo, nunca más decir sí por miedo, nunca más rogar, nunca más volver, nunca más volver.

Las lágrimas empezaron a cumplir su ciclo, estaban sacando esa sensación que nunca más volvería, cayeron a los pies, cayeron al suelo, todos lloraron...pero se sentían ahora como un juguete nuevo, como cuando tomas una guitarra nueva y sientes el olor a madera fresca y pintura, nylon, a rock and roll. Esa sensación de despertar en lo desconocido, sabiendo que no hay nada más importante en el mundo que ese segundo, que ese aroma, que esa dicha, que esa vida que se divide en micro-vidas.

Ya nadie quería provocar una gran orgía, nadie quería seguir besando desconocidos, ni querían sexo, nadie quería metérselo a alguien, nadie quería nada.

Habían llegado a un momento de liberación tan grande que no querían permitir que el sexo otra vez los volviera esclavos, no querían que el alcohol siguiera dominándolos de esa manera, querían ser libres, querían seguir los latidos de su corazón, querían obedecer a sus instintos, a sus emociones, querían ser anarquistas.

Salieron de ese amanecedero renovados, nunca una borrachera los había dejado así, esperaban el típico guayabo físico y emocional, pero ésa noche-madrugada volvieron a nacer. Dejaron de ser esclavos, se responsabilizaron de su vida, lo que trajo borracheras conscientes, sexo deseado, amor libre, drogas alegres a la medida de cada quién, y autoestima platónica.

Después de un tiempo, se encontraban a veces algunos de los participantes de esa gran fiesta de amor y chupadas, y siempre hablaban de lo que sintieron mientras hacían todo lo que hacían, antes, durante y después de esa noche, de esa madrugada, todos contaban cosas muy distintas y creíbles, pero ninguna cuerda, reconociendo que el ser cuerdo es tan irreal como el cielo azul, como los dientes blancos o la luz del sol.

Una noche que marcó la vida de todos, donde ya no tenían miedo a estar solos, donde celebraban estar solos para que otros no robaran su amor propio, donde pensaban que la masturbación era la solución perfecta para la satisfacción y el coqueteo se convertía en algo íntimo...

CamiloArt

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